Se están acabando los guapos en Yateras por Carlos Cabrera



Estados Unidos acaba de propinar una derecha recta al mentón del tardocastrismo, sancionando a los funcionarios gubernamentales de Cuba y países que son cómplices en la explotación de médicos y personal sanitario por la revolución de compadres y dolarizada hasta la pared de enfrente.
A partir de ahora, los funcionarios gubernamentales implicados en el negocio de trata de batas blancas y sus familiares no podrán conseguir una visa para visitar Estados Unidos, una restricción que contribuirá a la asfixia económica de la dictadura más vieja de Occidente.
Si alguien tiene el cuidado de revisar las reformas no estructurales emprendidas por el castrismo, verá que siempre obedecen a crisis económicas y malestar de los cubanos, y la nueva sanción viene a disminuir la principal fuente de ingresos de la tiranía, según datos oficiales.
¿Pero cómo Washington llegó a legislar contra el despojo castrista a médicos, enfermeras y demás personal sanitario cubanos alquilados a terceros países?
Gracias al trabajo minucioso y callado de una mujer menuda, valiente, honrada y coherente, que se llama María C. Werlau que durante años ha investigado cada contrato, ha conversado con diversas fuentes y ha promovido denuncias anuales ante el Departamento de Estado y Naciones Unidas.
Cuba no puede alegar sorpresa ni ira, aunque ya lo ha hecho, porque Naciones Unidas llevaba avisando en los últimos años sobre la injusticia contra las batas blancas cubanas, hasta que la indiferencia de La Habana colmó la paciencia de la principal organización multilateral que acabó tildando de “trabajo forzado” las condiciones laborales de los profesionales alquilados a terceros países; incluidos aquellos que no necesitan a esos médicos, pero los contratan para dar un salve al tardocastrismo.
Un gobierno sensato habría reaccionado y cambiado la ecuación, pagando el 75% de sus salarios a los médicos y cobrándoles un impuesto del 25%, que es una barbaridad, pero en el Palacio de la Revolución imperan la Ley del embudo y el cinismo militante.
Durante años, han estado despojando a los trabajadores cualificados de, al menos el 75% de sus salarios, con el falaz argumento de que esos recursos se usan para sostener la salud pública cubana. Una guayaba del tamaño de ExpoCuba porque los sufridos cubanos hace años que tienen que llevar hasta el bombillo para tener luz en la habitación en la que ingresan y, en la puerta de los salones de operaciones, hay colocados carteles detallando todo lo que el paciente debe llevar para poder ser operado.
Cuando se revisa el programa de inversiones del presupuesto nacional, se comprueba que el estado comunista dedica más recursos al turismo verde oliva que a la salud y a la educación, pero ni así consiguen avanzar porque cada vez son más frecuentes los casos de turistas que enferman en Cuba y denuncian el maltrato y la insalubridad sufridos.
Menos mal que eran los Batistas, Prío, Grau y demás políticos republicanos quienes exigían la cédula electoral familiar a cubanos pobres para poder recibir atención médica. Lo mismo que hacen los médicos cubanos alquilados a terceros países, donde, además de curar e inflar las cifras de consultas y tratamientos, hacen proselitismo político a favor del aliado político del patrón que los explota vilmente.
Descartada una invasión militar por los compromisos entre soviéticos y estadounidenses, tras la Crisis de Octubre, la única manera de derrocar a la tiranía es su asfixia económica y denunciar ante todo foro internacional sus prácticas de piratería constante contra obreros y campesinos.
Compartir:  

Comentarios