Morirse de sed en La Milpa de Cienfuegos. La tragedia de un pueblo

Muchas promesas desde el Gobierno Provincial de Cienfuegos para el poblado La Milpa y nada de agua. Literalmente los habitantes se están muriendo de sed, abandonados por completo a su suerte en un pequeño saliente con 0,6 kilómetros cuadrados, situado al Este de la entrada a la Bahía de Cienfuegos. Aquí la población lleva más de 20 años lidiando con disímiles problemas, entre ellos el asunto del agua potable, ya que depende exclusivamente de la voluntad del gobierno local. Pero esa voluntad obedece cuando “alguien se acuerda” o cuando “alguien levanta el teléfono” después de muchas llamadas que de forma desesperada realizan desde el poblado. Entonces envían 3 o 4 pipas de agua hasta La Milpa que, atendiendo a la cantidad de hogares (alrededor de 60 viviendas o más) asentados allí, simplemente no alcanza. Hace par de semanas enviaron 3 pipas de la cual, sólo 1 de ellas se pudo distribuir a la población, tocando a 1 tanque de agua por casa. ¿Qué sucedió con las otras pipas? Dicen algunos que se evaporó, pero en la cisterna de dos casas que aún no conseguimos descubrir cómo y por qué medios desviaron el preciado líquido. El agua potable se ha vuelto uno de los negocios más lucrativos en la provincia, empezando a valer 15,000 pesos una pipa de las pequeñas. El año pasado, días antes de las falsas elecciones, directivos de la provincia acompañados por Roberto Morales Ojeda, jefe del Buró Político del PCC, se aparecieron en el poblado con muchas promesas con el fin de aplacar los años de martirio que sufre la población, desde el agua, viviendas que aún existen sin documentación legal, el mal estado de las carreteras, el tendido eléctrico. El resultado de la “muela”, como definen los locales, fue una carretera reparada a medias, una bodega cuya construcción se completó por el cemento que prestaron algunos pobladores y no les ha sido devuelto todavía, ademas de los mismos problemas con el agua y las viviendas, muchas de ellas con unas filtraciones cuando llueve que ya no se pueden llamar chorros, sino cascadas.