La dictadura cubana impide que Isaac Álvarez, con 83 años, enfermo, exdirigente agropecuario y militante jubilado del gobernante partido comunista, pueda despedirse de Roberto, su hijo emigrado en Estados Unidos y opositor al comunismo de compadres que ha destruido a Cuba.
Álvarez residente en Manicaragua, Villa Clara, dirigió varias empresas agropecuarias de la región; incluida una granja que supervisaba directamente Raúl Castro en El Escambray y, durante esos años, militó en el único partido legal en Cuba.
El anciano, que lleva ciego varios años, sufrió recientemente un infarto y su hijo emigrado, de 56 años, residente en Miami, no pudo abordar el avión que lo llevaría a Cuba para despedirse de su padre, pese a que había realizado los trámites exigidos por La Habana para viajar, explicando que el motivo era la quebrantada salud de su progenitor.
Los encargados de la aerolínea por la que viajaría Roberto Álvarez fueron los encargados de notificarle que el estado comunista prohíbe que entre a su país natal; aun cuando se trate de un viaje por razones humanitarias y familiares. El régimen nunca da la cara, cuando represalía a emigrados como el hijo de un viejo comunista, que mantiene su postura defensa de los derechos humanos y las libertades en Cuba.
Paradójicamente, la dictadura anticubana repite una y otra vez que desea “normalizar” las relaciones con la emigración ¡rara manera de querer cerrar heridas viejas! Porque, en este caso, el castigo es doble, impiden a un hijo abrazar a su padre anciano y enfermo; sin tener en cuenta el dolor familiar y que el principal represaliado es uno de los suyos, con una dilatada hoja de servicios al castrismo.
Muy debilitado y al final de vida, Isaac Álvarez, “cuadro ejemplar”, agoniza -con asco y decepción- hacia el sistema totalitario que ayudó a construir y que, buscando castigar a otro hijo descarriado de la revolución, termina matando de tristeza a un revolucionario con nombre bíblico, pero sin la suerte de su ilustre tocayo; hijo prometido que Dios le dio a Abraham y, por él, las familias de la tierra serían bendecidas. En el caso del Isaac villaclareño todo parece maldecido, aunque su hijo busca vías alternativas para poder abrazar a su padre por última vez.
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