La visita del dictador cubano Díaz-Canel transcurrió con total indiferencia por parte del pueblo de Cruces, en la provincia de Cienfuegos. Varios dirigentes locales esperaban que el suceso movilizara el ánimo de los pobladores, pero ni tan siquiera la venta de tomates y boniatos a un precio asequible, sedujo esa mañana a los habitantes. Días atrás, los dirigentes del municipio dieron colorete a la fachada de algunas edificaciones que aún se mantienen en pie y repartieron instrucciones ante la visita de un alto jefe del Comité Central, sin revelar el nombre. Entre las instrucciones dadas al personal del gobierno estaban las de no vestir ropa con ningún referente a los Estados Unidos, ni molestar con preguntas incómodas, sobre todo los temas relacionados con la inmigración. La fuerte presencia de agentes de la seguridad del estado y la contrainteligencia, confirmó que se trataba del “puesto a dedo”, como es llamado Díaz-Canel por los locales. Una cámara de vigilancia, resguardada por dos agentes que se rotaban para tomar agua y merendar, fue colocada desde muy temprano encima del local de justicia. Varias personas amenazadas y detenidas por el DTI del municipio, entre ellos el sindicalista independiente Rodolfo Aparicio, a quien mandaron a la prisión de Ariza. Para rematar, todas las escopetas de los cazadores asociados en los municipios de Cruces y Lajas, fueron recogidas, a pesar de que la mayoría de los asociados son colaboradores del MININT. Finalmente, después de tres días de terror, entró la comitiva del presidente con un despliegue de seguridad, que hasta sacó expresiones como: “Ni cuando Fidel…” Lo más pintoresco sucedió horas antes en el parque, donde se preparó un recibimiento con una actividad cultural, reuniendo a un grupo que no llegaba ni a 30 personas. Dirigentes y miembros del partido camuflados entre escolares de primaria que habían sacado de una escuela. Pero Diaz-Canel no llegaba. El dictador había hecho una parada momentánea en el Central Caracas, el único que está moliendo algo de caña por esta zona. Y en eso se fue la tarde. Los voluntarios del recibimiento se esparcieron, unos a buscar qué comer y otros a hacer sus necesidades. Casi al anochecer, fue cuando llegó Miguel Diaz-Canel, rodeado solamente de miembros del partido y funcionarios. A la pregunta ¿por qué no lo recibió el pueblo? La respuesta fue: “Nadie está para eso. Hay mucha hambre en este pueblo para estar en esa bobería. Además, ¿para qué?”. Y aunque algún súbdito hubiera querido, el cerco de seguridad lo impedía. A Canel lo acompañó un ómnibus de transtur del que desembarcó un grupo de hombres armados hasta los dientes. Nadie podía bajarse de la acera, ni evitar moverse sin topar con uno de esos agentes cada 6 o 7 metros. A dos periodistas de los medios oficiales en Cienfuegos, no les permitieron entrar a la sede del PCC municipal hasta más de una hora después de iniciada la reunión. ¿Qué significa esto? ¿Por qué tanto despliegue de seguridad en un pueblo completamente desarmado? Todo se resume en una sola palabra: MIEDO.
*(Sobre lo que se habló y no se habló dentro de la reunión, vendrá una próxima publicación).
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