Qué triste ver un país, otrora la joya del caribe, convertido en polvo después de 60 décadas practicando necedades. Si algún difunto de los años 50 resucita ahora mismo en el centro de La Habana, o cualquier calle de Cuba, pediría que le abrieran de inmediato la tumba, porque es preferible seguir muerto que vivir viendo tanto horror en lágrimas. Es una muerte en vida, el tipo de existencia que se puede describir la de quienes habitan dentro de Cuba. Una generación tras otra que se ha adaptado a vivir en “la nada” hasta llegar a pensar de que “la nada” es lo más normal del mundo. Despojados del derecho a pensar diferente y reducidos a la esclavitud más paupérrima que existe sobre la tierra. Es la cruda realidad de ese pueblo que antes fue una perla, rico en arquitectura y emprendimiento, donde se mezclaba una de esas raras combinaciones que pocas veces se encuentran en el mundo: belleza y placer, calor y éxtasis, riqueza y esperanza, todo ello en la aventura de la vida. ¿Podremos recuperar el país? ¿Cuándo llegará ese momento?
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