Un video deprimente está circulando por WhatsApp donde una señora, evidentemente con algún trastorno mental, detiene el tráfico capitalino mientras baila desnuda exponiendo sus partes íntimas. Lo más difícil de digerir no es quien protagoniza el escándalo, sino el muchacho que graba el video. Pues sin ningún tipo de pudor, alienta a la loca continuar su danza frente al público. Este individuo desconoce la compasión. Son los hijos de la destrucción humana, tan cercanos a la barbarie que justifican su alegría con la desgracia del prójimo. ¡Cuán bajo hemos caído los cubanos que alentamos a un loco a lanzarse desde un balcón o a gozar con el dolor de un inocente? Gritamos frente a las pirámides de basura que se acumulan en las calles y las ruinas que pululan en todo el país, pero no hacemos nada ante la ruina que arrastramos dentro de nosotros mismos. Gente grosera, violenta, carente de ética moral, dominada por la falta de principios más elementales, en quienes los gritos son sinónimos de fuerza y la indolencia un estándar social. Estamos viendo el coctel atroz de la decadencia, generado por un sistema diseñado para dañar. Por fin, al final del video dos personas se acercan, intentando convencer a la mujer que se detenga. Estoy seguro que para algunos este video tan grotesco les ha helado la sangre. Podrán decir entonces que todavía no los ha arrastrado la avalancha del horror. Pero quien lo han tomado como un divertimento y gozado como el infeliz que lo graba, sepa que no es normal.
Me duele en lo más hondo como gay personas que lejos de ayudar, fomenten actos de malos sentimientos hacia una mujer enferma. Esa no es mi gente y después decimos el gobierno.
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