Busquemos un antídoto para erradicar la castroenteritis. ¡Ojalá el remedio fuese una cerveza! Lamentablemente no existe un paliativo concreto para tratar las ideologías totalitarias. Existen pacientes que se infestaron de comunismo en edades tempranas como en horas tardías de la vida, dependiendo de los factores. El contexto epidemiológico es muy diverso. Se dice que ataca más a los hombres que a las mujeres; los niños menores de 8 años no contraen la enfermedad, mientras que los adolescentes se resisten. Hasta la fecha no contamos con ninguna vacuna eficiente. La mayor parte de los tratamientos provienen de remedios caseros o traídos del extranjero. Algunos sanan con el apagón o ayunando a la fuerza. Existe también una tendencia a creerse libres de la enfermedad, pero el resultado de los análisis en sangre indica estar infestados de ella. No faltan personas ya curadas, que temen volver a contraerla (el caso de los hipocondriacos). Tenemos que agregar quienes han estado entre la vida y la muerte, y de pronto sanan enseguida. Les cuento la historia de un antiguo amigo muy comunista, de esos que hacía guardia hasta a su propia sombra. Era tan comunista que cuando hablaba se ponía rojo (un síntoma clave de la enfermedad). Pues nada, continúo: una vez le entró tanta hambre que se fue a buscar comida a Miami. Dice él que llegó en balsa, pero la verdad es que no le creo. Ese tipo de gente nunca se moja los pies. La cosa es que todavía creía en la revolución cubana cuando puso de una vez y por todas el primer pie en McDonald's. Y ¿podrán creerlo? ¡Milagro! La hamburguesa fue como un rayo que lo partió a la mitad. Dice que los oídos le sonaron durante varios minutos, que el corazón parecía salírsele de la caja torácica y así levitó durante días y meses (yo pienso que fue un shock proteico, pero bueno…) Ahora se ha convertido en el tipo más anticastrista del mundo. La brigada Alpha 66 es un niño de teta al lado de él. Con esto quiero alertar: cuidado con la sobredosis de cualquier remedio.
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