Cobrar es un suplicio. Desde el banco de Lajas


Hasta el trámite más sencillo que se vaya a realizar en un banco hoy en día puede convertirse en una odisea. Las colas desde por la madrugada, la incertidumbre de si va haber electricidad para que pueda tener servicio, los priorizados, los que se cuelan, los que hacen la cola por gusto y pierden el día, todo se ha convertido en una cotidianidad. No es extraño que el estrés se desborde en todas las personas de la cola luego de haber trasnochado por culpa del apagón, o porque no encontró el día anterior con qué hacer la comida de sus hijos, lo cierto es que todos hacen catarsis a la vez frente a la puerta del banco. Aquí estoy rezando que no se vaya la corriente frente al banco de Lajas para poder pagar mi patente. Un amigo me cuenta todo lo que pasó ayer para cobrar un cheque en Cruces, pues aunque se levantó temprano ya había cola y a la hora se fue la corriente. Pero por fortuna el banco de Cruces se ubica entre los dos circuitos y tuvieron la alternativa de conectarse al otro. Pero a la hora quitaron la corriente justo cuando mi amigo llegaba a la ventanilla del cajero y el gerente salió a la puerta para decir que lo sentía mucho, pero que no tenía combustible para la planta, porque no había corriente tampoco en la gasolinera. El cajero le hizo una seña a mi amigo para que no se fuera y cuando el gerente se volvió para los que estaban dentro dijo que iba a encender la planta con un poco de combustible para atender a los clientes que estaban dentro. Entonces, luego de encender transcurrió media hora para que el sistema lograra la conexión. Todos rezaban porque alcanzará el combustible. Mi amigo fue ágil con su cheque pero al cajero no lo convencía mucho una firma. Más demoras. Llamó a su supervisor. El supervisor hizo un análisis al detalle de la caligrafía y le preguntó a mi amigo si podía ir a pedir que le hicieran el cheque otra vez. Mi amigo encolerizó, como es lógico, y le explicó que eso era un extremismo en estos tiempos de tantas dificultades, en un pueblo donde todos se conocen y saben quién era el de la firma. Por suerte, entendieron y le pagaron. Toda la alegría que puedes recibir al obtener un pago, puede ser derramada ante la impotencia y las opciones de no tener a dónde acudir. Vamos a ver si yo también tengo suerte hoy.

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