Un viejo amigo de mi familia todavía se pone un pullovito del Che Guevara aún cuando lleva en España más de 15 años viviendo. Otra exiliada cubana en Estados Unidos tenía un retrato del guerrillero en la misma sala de su casa. Siempre me he preguntado cómo, teniendo a mano la información, hay personas que ignoran quién fue y lo que hizo este personaje en Cuba. ¿Ingenuo desconocimiento, ignorancia o vagancia suprema? Agrego mi granito de arena con una anécdota que me estremeció. Todos los que nacimos después de 1959 conocemos más o menos la misma historia del guerrillero que nos vendió la televisión cubana. Personalmente no me provocaba ni fú ni fá, pues carecía de vocación ideológica, hasta el día en que conocí a los dos historiadores cubanos que más se han dedicado a estudiar la vida del Che en la isla. Fue tan fuerte lo que oí, que me quedé estupefacto por varios días. La visita se desarrolló mientras trabajaba para el Canal Educativo (2001-2005), en una de esos tantísimos programas tediosos que se trasmitían para estudiantes de secundaria a través de la televisión nacional. El guión oficial se resumía en exaltar lo que ya todos sabíamos, pero necesario repetirlo como un mantra para perpetuarlo en la memoria colectiva. Todo el equipo de grabación llegó temprano a la vivienda de los académicos, se plantaron las luces, fue colocada la cámara y después de seis preguntas insípidas, dimos por terminado el trabajo. Aquí es cuando ocurre la mejor parte, pues tanto los entrevistados como el grupo creativo entramos en face de relajamiento. Como ya estábamos fuera de cámara, un miembro importante de la producción (no especificaré de quién se trataba) comenzó a lanzar preguntas curiosas. Por ejemplo, si era cierto que los hombres del Che en Bolivia violentaban a los locales con tal de conseguirle la medicina para calmarle el asma; si era cierto que el Che mató a niños de 13 y 15 años en la fortaleza La Cabaña, etc. Aquello fue apoteósico. Fue como abrir la rejilla donde se escondía un monstruo de proporciones escalofriantes. De la curiosidad pasé al pavor, sin poder reaccionar para no causar una disrupción a la confianza que ya se había creado en una charla tan delicada. El Che Guevara empezó a matar mucho antes de que triunfara la revolución cubana. Entre 1957 hasta diciembre de 1960, ocurrieron alrededor de 1.118 fusilamientos, gran parte de ellos relacionados con el guerrillero o ejecutados directamente por él. Carlos Franqui revela algo espeluznante, el testimonio del Che en unas tenebrosas oficinas en La Habana de 1962 cuando afirmó que muchas de las ejecuciones fueron llevadas a cabo sin comprobar la culpabilidad de las víctimas. Los episodios de crueldad, cinismo y placer por matar fueron desmedidos. A principio de 1959 un sacerdote le rogó perdonar la vida de un joven llamado Ariel Lima Lago. El Che le dijo a la madre de éste que se fuera tranquila a su casa, pues le habían perdonado la vida al hijo. La desgraciada mujer se enteró al día siguiente por la prensa que Ariel Lima Lago había sido fusilado en los fosos de La Cabaña. Odiaba a los negros y a los homosexuales. Dentro del saco de tortura metió a católicos, disidentes y sin compasión ejecutó tanto a menores de edad, campesinos inofensivos, sacerdotes y a cualquiera que oliera diferente al tipo de hombre nuevo formado en su mente psicópata. Durante su ofensiva en el Congo y Bolivia, las víctimas son imposibles de cuantificar. Después de semejante información, padecí un espacio de mutismo que se prolongó hasta horas de la noche. No tenía con quien hablar, la verdad. Regresaba al lugar donde pernoctaba en La Habana cruzándome inevitablemente con la imagen del Che Guevara en la pared semi derrumbada de un edificio, en la camiseta de un tipo que me pasaba por el lado, debajo de un cartel ya casi ilegible del CDR, y en todas veía un baño de horror; sufrimiento de tantas vidas cercenada por la mano de un extranjero psicópata que se había montado en un carro de poder. Formulé una pregunta fundamental: Si todo eso le había sido permitido a un extranjero en territorio cubano, ¿qué podía esperarse entonces de los protagonistas directos de la barbarie?
PD: Los restos humanos que tienen en el Mausoleo del Che en Santa Clara no pertenecen ni remotamente a dicho engendro.
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