Entre barrotes y cadenas, acordonan el banco del parque donde en alguna que otra ocasión se sentara el famoso pelotero crucence Martin Dihigo. La decisión de clausurar este banco me parece de una ridiculez prodigiosa. ¿Acaso se cierran las casas-museos, se esconden los cuadros o se enrejan las esculturas de una celebridad? La tarja es suficiente, pero en un país cuyos gobernantes tienen la mentalidad de preservar el pasado por miedo al futuro, están dispuestos incluso a preservar el espacio donde caga un pollo para que no se les vaya nada de las manos.
El banco de Martin Dihigo si es que allí se sentó
Entre barrotes y cadenas, acordonan el banco del parque donde en alguna que otra ocasión se sentara el famoso pelotero crucence Martin Dihigo. La decisión de clausurar este banco me parece de una ridiculez prodigiosa. ¿Acaso se cierran las casas-museos, se esconden los cuadros o se enrejan las esculturas de una celebridad? La tarja es suficiente, pero en un país cuyos gobernantes tienen la mentalidad de preservar el pasado por miedo al futuro, están dispuestos incluso a preservar el espacio donde caga un pollo para que no se les vaya nada de las manos.
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